Noticia 1

El misterio del jardinero más esquivo del mundo

¿Quién fue Jorn de Précy, el misterioso jardinero islandés autor de un insólito libro de reflexiones en vísperas de la Primera Guerra Mundial? Según las palabras de Marco Martella, el primer traductor en exhumar El jardín perdido (datado en 1912 y ahora publicado en español por la editorial Elba), el trabajo de este ermitaño y filósofo influyó en Claude Monet, en William Morris y hasta en Bob Dylan, suscitó artículos académicos e hizo que más de un ilustre fan se desplazara hasta Greystone, el sorprendente jardín selvático en el que de Précy se recluyó hasta su fallecimiento.

Su única obra, un extravagante tratado sobre jardinería que apenas incluye detalles técnicos o instrucciones precisas, es un ataque contra los jardines "civilizados" y una defensa de la belleza salvaje de la naturaleza que, leída hoy, anticipa las teorías ecologistas de manera visionaria.

En una época marcada por la industrialización, el utilitarismo y la lógica capitalista, cultivar jardines era toda una provocación, porque no tenían utilidad práctica.

En una época marcada por la industrialización, el utilitarismo y la lógica capitalista, cultivar jardines era toda una provocación, porque no tenían utilidad práctica También es, ante todo, la autobiografía de un hombre excéntrico y poco sociable que, tras viajar por Europa y el Mediterráneo, reunió en una remota parcela de Oxfordshire todas sus obsesiones: las ruinas camufladas de los jardines italianos, la teatralidad de los jardines franceses (el libro revela que sintió “la llamada” de la jardinería en el Parc de Sceaux ideado por Le Notre, cerca de París) y, sobre todo, la autenticidad de los pequeños jardines rurales. Por las páginas desfilan nombres, apellidos y lugares muy variados, y el resultado es una reivindicación del jardín como lugar de reencuentro con la naturaleza, y también de encuentro con la magia.

Arts & Crafts

Las fechas de nacimiento (1837 en Reykiavik) y fallecimiento (1916 en Chipping Norton, Inglaterra) que proporciona la biografía incluida en El jardín perdido coinciden con una de las eras doradas de la jardinería inglesa. En una época marcada por la industrialización, el utilitarismo y la lógica capitalista, cultivar jardines era toda una provocación, porque no tenían utilidad práctica, consumían espacio y tiempo, y estaban sometidos al dictado de la naturaleza. Es decir, eran todo lo contrario a una fábrica o un negocio. Por eso, los rebeldes de la época, desde los románticos hasta los artesanos del movimiento Arts & Crafts, se entregaron en cuerpo y alma a podar parterres y sembrar rosales.